Trabajadores de Exide, en la planta del grupo estadounidense de La Cartuja (Zaragoza).FRANCISCO JIMENEZ PHOTOGRAPHY
Las baterías de la empresa Exide (antes Tudor) tienen tanta historia centenaria como los submarinos españoles. En 1910, la fábrica zaragozana instalada cerca del actual parque de Pignatelli suministró las primeras que llevó la mítica nave sumergible Isaac Peral, que se construyó después de que España hubiera perdido Cuba y Filipinas ante la armada de Estados Unidos. Este año, el nuevo S-80 de la Armada española, que fabrica la empresa Navantia en Cartagena, estará equipado con 360 baterías de la multinacional norteamericana Exide instalada en La Cartuja, que se desplegó en Europa en 1994 y dispone de cinco fábricas en toda España, además de las de Portugal, Francia, Alemania, Italia y Polonia.
Las banderas de Estados Unidos y de España ondean en la sala de la empresa donde nos reciben los responsables, tras poder ver una gran fotografía de lo que fue cuando estaba desplegada en la avenida de Navarra. Francisco Casado, director de la fábrica de Zaragoza, destaca que el nuevo submarino S-80 va a ser «el mejor del mundo». Eso les va a llenar de «orgullo» a los trabajadores que intervienen en sus modernas baterías, apunta el jefe de Calidad, José María Lacambra. Lo peculiar de este encargo tan valioso para Exide, que llegó en febrero, es que en plena etapa de crisis de la pandemia ha crecido su plantilla con 50 nuevos trabajadores, como detalla Alfredo Marco, jefe de Recursos Humanos, y se dedican en exclusividad a un producto que es tan exigente como simbólico. Aunque su dedicación temporal se ciñe a los diez meses necesarios, España tiene previsto construir cuatro S-80 como el primero, que tienen previsto estrenar en el año 2022.
«Hemos tenido peticiones de baterías de muchos hospitales con la pandemia porque somos el centro logístico para España y Europa», señala Francisco Casado. También intervienen en actuaciones de la ONUen ciudades de Senegal para facilitar el suministro de la electricidad.
La empresa empezó su andadura en 1897 como Sociedad Española del Acumulador Tudor y produjo baterías un año después en una antigua fábrica de harinas de Zaragoza, conocida como La Pilar. A finales del siglo XIX estaba situada en pleno centro de la actual ciudad, en el paseo de Sagasta, hasta que fue trasladada en 1946 a la avenida de Navarra, donde se encuentra en la actualidad el centro comercial Augusta. Allí se cerró en 1989 para trasladar la actividad al actual emplazamiento en el polígono Empresarium de La Cartuja, donde celebraron su 25 aniversario en 2014.
Desde el submarino ancestral de Isaac Peral hasta el moderno del S-80 han pasado dos siglos y también llegó la automatización después de haber participado con los modelos anteriores, como el S-60 o el S-70, desde la fábrica de Zaragoza. «Para el S-60 se llevaban 160 unidades y con el S-70 eran 320», precisa José María Lacambra. Además, la experiencia les llevó a poder colaborar con otros submarinos por encargo de países latinoamericanos como Argentina y Chile que se hicieron en los años 1989 y 1990. Donde no se han metido es con los modelos nucleares que disponen Estados Unidos, Rusia, Francia, Reino Unido, China e India.
«El nuestro es el modelo convencional en el que depende absolutamente de las baterías cuando está sumergido», señala Lacambra. «Cuando salen a la superficie ya no las necesitan y utilizan entonces el motor de diésel para moverse». Cada elemento que se prueba de manera concienzuda, antes de enviarlos a Cartagena en camiones, mide 1.35 metros de altura y pesa 665 kilos cada uno. «En total, llevan metidas dentro 240 toneladas en baterías», agrega el jefe de calidad de Exide en Zaragoza. «Ya hemos entregado la mitad y en el mes de noviembre enviaremos todos los demás que nos quedan. En cada camión solo podemos meter 32 unidades», dice.
Para que el trabajo llegue a punto, como se firma en los contratos que son muy exigentes, en la nave de La Cartuja suelen recibir durante los diez meses que dura la construcción a expertos de la empresa Navantia y del Ministerio de Defensa para comprobar la evolución y controlar el producto. En esas pruebas se examinan hasta la reacción de la embarcación sobrevive un choque o un accidente bajo el mar para comprobar su resistencia. Además, tienen que superar muchas certificaciones para salir a flote como la ISO 9000, la de seguridad y salud, la ambiental o la de energía, entre otras.
«Es un hito para nosotros entrar en el nuevo submarino», concluye Francisco Casado. Cuando se quitan las antiguas baterías de los anteriores las llevarán a la fábrica de reciclaje que tienen en San Esteban de Gormaz (Soria) y reciben lingotes de plomo para volver a producir.
fuente (HERALDO)